miércoles, 9 de marzo de 2011

Saqué algunos versos de bolsillo
por los agujeros de mi alma,
y vine a encontrar algo de vida entre los folios rasgados.

Cogí la pluma, medio seca, que guardaba bajo la cama,
ella quiso ser mi confesora de risas y lágrimas
y supo estar a la altura, como siempre.
Empiezo a escribir con garra y holgura,
se distancian las letras y dibujan los latidos,
siguen la canción que canto,
las lágrimas que derramo, y los sueños que conquisto.

Y cada palabra, cada verso
amanece lleno de nueva vida y nuevos saltos,
como cada mañana entre las frías sábanas
abriendo los ojos y susurrando al viento…
“Déjame despertar despacio”.

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