jueves, 25 de abril de 2013

Ando muy despacio...
A veces me pesan las manos,
se cansa el alma y no puedo andar.
A veces me pesan los ojos y parece que quiero ver sin mirar.
Luego descubro que me faltas,
por eso me abruma.

Me pesa la distancia
de saber que no puedes volver.

A veces te echo de menos, abuelo.

Tanta falta me hace tu abrazo
que, a veces, sueño que aún estás,
                                                      y, desde lo lejos,
me das la fuerza de tu recuerdo
y levanto la cabeza,
                 despierto,
                 los pies en el suelo, secuestro mi corazón con una gran sonrisa...
Te quiero.


sábado, 20 de abril de 2013

De un soslayo,
                            casi obsceno,
perdí mis zapatos.

Entonces comprendí que no los necesitaba para volar.

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Abre los ojos. Ven.
Cálmate.
Ahora ciérralos. Siente.
                         Susurra los latidos
                                                     en voz inerte.
Despierta.

viernes, 12 de abril de 2013

Esa sensación de inquietud,
como cargo de conciencia.

Saber que algo no está en su sitio
(quizás porque no haya sitio).

El corazón en una esquina, la razón apuntando como una bala ardiendo,
y tu asomada, de reojo, lo ves venir.

O no.

Esa sensación de inquietud cuando algo revolotea por el pecho
y no logras encontrarlo.
Es posible que no esté. Puede ser.

Pero quema.

Cargo de conciencia,
sin conciencia. O inconsciente cargo de conciencia.

Hoy toca tila. Lo sé :)


martes, 9 de abril de 2013

Inspiración es eso que cruje en los corazones
cuando las miradas los atraviesan.

Mucho café esta semana, largo.

Ánimo :)

domingo, 7 de abril de 2013


Un destello, impaciente, quiebra mis oídos.

Un destello.

Uno.

Se apodera por un segundo de un suspiro.

Dame la vuelta, que me he dejado las alas por el camino.
Quiero echar a andar donde nunca antes,
atrás , mirar a los ojos y achicar los huecos derruidos.

Gira por un momento el corazón, algo cabreado.
Se ha descuidado y no quiere hablarme. Está deshecho,
no tiene miedo. No tiene sueño. No está cansado.

No está.

Dame la vuelta, rápido, gírame, deshazme.
Quiero correr y recobrar el aliento, que se me ha caído.

No está. Se ha perdido. Se ha ido. No volverá jamás. Abre los ojos. Escucha. No hay nada, quedo sola.

Basta, ya no quiero girarme. Ya no quiero recoger las alas del suelo. Queman. Derriten el corazón obstruido, saturado de melancolía, fraguado en la desesperanza de lo que no queda y lo que nunca estuvo.

Me acuno. Me abrazo. Me achico en mis sueños escondidos. No quiero volver a abrir los ojos. No hay ya, nada que ver en este mundo estrellado.

sábado, 6 de abril de 2013


¡Pam!
¡Alejop!

¡Pam!
¡Alejop!

¡Pam!
¡Alejop!

¡Pam!
¡Pam!

¡Aunch!.
Me partí... las ganas
de volver a levantarme.

Paso,
paso,
tranco,
paso,
tranco,
paso,
paso.

Es dulce ver el mundo desde fuera,
pasear y sacar a relucir escombros del suelo,
y no del alma.

Paso.
Paso.

Que si algo importa, de verdad, no se marcha...

Tranco.

Que la tierra gira siempre,
aunque mis manos se empeñen en señalar lo eterno.

Paso.
Paso.
Tranco.

Qué dulce se ve el invierno,
cuando al pasear, mirando al suelo,
levantas la vista y te das cuenta

de que en el suelo, la belleza no se estampa.

Paso.
Tranco.
Camino.

Está cianótico el cielo ésta noche.
O eso, o mis ojos se sienten extraños sin tu presencia.

Y entonces, llega el burro, y se come a la doncella. Pobre pato.

Cierra los ojos
despista la vergüenza y los temores venideros.
Abre la puerta del sentido
y sentimiento.

Rompe el escudo, al menos un rato,
deja que ventile dentro
aunque todo esté estancado.

Siente.

Día raro


Día raro.
De esos que a los caracoles se les cambia el color del pelo
y a los conejos se les secan los bronquios.

Día raro.

Crear y destruir,
ordenar y desmontar.

Mi cuenta atrás empezó hace tanto,
que perdí la cuenta.

¡Anda!. Qué bonito se ve el precipicio
desde arriba.

Troceando los cordones de mis zapatos conseguiré no volverlos a pisar.

¿O no?.

He destronado al rey de su silla mágica
y lo he estacionado en doble fila.

Porque me apetecía.

Ali YPunto.


No es en mis manos donde siento la vida,
que no son mis ojos, ni mis labios,
sino algo que indaga mis entrañas y aviva mi aliento.
No es en el día a día, ni una rutina desmedida,
es el alma que me acompaña y tiñe mis latidos.

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Recuerdo darle más importancia a una promesa que a la vida,
regalar a diestro y siniestro mis pasos,
sobrevivir al naufragio de lo incumplido y las mentiras.
Nada acaba si nada empieza,
y nada empieza si el primer paso no lleva todos los sueños.

No quiero marcar un camino, quiero vivirlo. 
Saber que mañana será un día importante.
Mis uñas desalan esas mil ideas que figuran mi ilusión,
estrecho los dedos, hombros en orden, mirada sigilosa,
y cuerpo al frente.

No es afrontar, ni enfrentarse,
es distinguirse con fuerza y soltura.
No es afrontar, no es enfrentarse, que no.
Es ganar. Ganar. Ganar. Y punto.

No es en mis manos donde siento la vida. No son mis ojos, ni mis labios. No son los pies con los que camino ni las manos con las que me agarro. Es el alma que me impulsa, son los sueños que me mantienen con vida, el carisma que sonríe por mi, el corazón que inquieta mis noches y los latidos que cantan al son de mil emociones.

No es en mis manos donde siento la vida,
es la vida la que pule mis dedos.

He desfigurado el rostro del ciego,
que en la inmensidad del océano se niega a mirarte.
Hoy escribo tenue,
como la voz sin plomo,
libre,
como las palabras de aliento
y viva,
como los corazones descalzos que buscan ser alguien.
Hoy, más que escribir,
limito mi alma a un recital tierno,
quiero extender mis brazos,
levantar mis manos,
achicar los dedos y verlos desvanecer
buscando latidos que digan ser sanos.
Busco la palabra apasionada
de la que todo el mundo habla,
quiero acariciarla, sentirla cerca,
quiero la oportunidad de enamorarla.
Busco la palabra más dulce,
perder los papeles, ruborizarla con un beso llano.
Busco la palabra que llena mi garganta,
mis labios, mis manos y hasta mi cama.

Te busco, palabra,
te espero, sentada,
quiero verte llegar.