miércoles, 30 de mayo de 2012

Buenas tardes abuelo, quería contarte, después de comer, en la sobremesa. Tu jarra de cristal, mi café, las noticias de fondo. Te quejas del gobierno y me preguntas cómo me va la vida. Te digo que bien, como siempre. Me miras. Me conoces y sabes cómo me va. Me preguntas qué me preocupa. Me das mil razones para dar un paso adelante. Me das la mano, apretas fuerte. Me abrazas y me dices que te lo devuelva con todas mis fuerzas.

Hoy es un buen día para gastar mis fuerzas en un abrazo. Echo de menos tus consejos, el paseo hacia el Alcampo hablando de tantas cosas...

Te quiero abuelo.

lunes, 21 de mayo de 2012

A ti
      ¡tú mismo!,

me importa que te des por aludido.

¿Ves cómo está el cielo?
Aún no te he escuchado gritarle.
Te habrás quedado sin saliva,
                                              o sin sueños.

A ti, que te hablo y me refiero,

quiero verte mirar con los ojos despechados del frío invierno,
no los cierres si hay viento,
                                       así verá que no es momento de dejarle soplar.

A ti, persona, ingenuo, testarudo y todo cuanto anhelo,

a ti dedico mi tiempo, mi empeño,
mi corazón abrigo y las huellas que dejo.

Será, quizás,
porque a ti te quiero.

martes, 15 de mayo de 2012

Es facil echarte de menos,
si por cada minuto que faltas me tiemblan los latidos.

Es facil quererte si te dejas querer tanto.

lunes, 14 de mayo de 2012

Dicen que te has ido para siempre. Que no volveré a verte ni podré desayunar contigo.

Yo no creo a nadie.

Impregnaste en mi tus abrazos y tu cariño. Soy quien soy gracias a ti, y también a pesar de ti. Dicen que duele perder a un ser querido, y llevan razón, si te hubiera perdido.

Estarás en cada tostada de tomate con pimienta, en cada abrazo y cada suspiro. En cada paseo por la playa cantando, siempre cantando. Te recordaré en los periódicos y en las noticias, en las sonrisas que siempre regalaste. No te has ido porque has dejado tu alma en cada uno de nosotros.

Tengo cientos y cientos de recuerdos... Abuelo. ¡¡Abuelo!!. Cuando pienso en ti recuerdo a una niña gritándote, buscándote desde lejos y preparando el abrazo más fuerte que pueda pronunciar.

Recuerdo que una vez te pregunté dónde van los muertos. Estábamos espachurrados en el sofá, tu con tu jarra de agua en la mesa (la recuerdo porque me encantaba quitarte un sorbito después de comer). Me dijiste que no sabías dónde iban, pero si no volvían era porque estaban muucho mejor que aquí. Yo confío en tus palabras, igual que tu has confiado siempre en mi.

Te has ido, y yo aún te veo bajando cada mañana a desayunar a las once en punto. Sé que eras feliz, siempre lo fuiste. Por eso no te has ido.

Te queremos. Un abrazo, de los tuyos, que quiero volver a oler tu colonia y escuchar tu risa temprana.

Te quiero abuelo. 

martes, 8 de mayo de 2012

Por un momento pensé que estarías aquí para siempre.
Pensé que no querer irte, era signo de vida.

Sólo desearía haberte podido despedir, sólo eso.

domingo, 6 de mayo de 2012

Infancia

Ya han venido a visitarme. 

Tengo tanto miedo que se entrecruzan mis latidos con un ritmo destentado.
Tengo tantos miedos, tantos, que vienen a visitarme por la noche, cuando estoy sola y nada me protege.
Vienen aquí, se plantan despacio. Cualquier crujir de la cama desata mi pánico. Cualquier sonido extraño desorienta mi coherencia.
Y se aparece el tipo de blanco con sombrero negro, y una capa de ambos colores. En su mano empuña todos mis miedos.
Los coge con desgarro, con todas sus fuerzas los amansa con la mano. Lleva en un puño tantos sueños que le pesa el brazo y se cansa de llevarlos.
Los desprende poco a poco, y mientras él espera, delante de la cama, sin moverse, mirando y clavando en mi alma sus ojos pálidos,
mis miedos se acomodan en la sala, toman sitio, y esperan pacientes mis latidos desmembrados.
En cuestión de unos segundos, acompañados por el sonido de los pasos del vecino que habita en mi terraza, advierto la presencia del muñeco violeta en la estantería de al lado, que siempre quiso hacerme daño.
Aparecen por la puerta aquellos zombies que jamás desvían su rumbo, y por la ventana el vampiro se ciñe al cristal, encarnando en mis manos la sensación de hambruna que despierta.
Me arropo con fuerza con las sábanas, que siempre mantendrán mi cuerpo con vida, protectoras fieles; y mientras recuerdo aquella bruja, o yo qué sé, que aparecía bajo mi cama, expectante, esperando un momento de debilidad para cogerme las piernas cuadno me levante para ir al baño.
Tuve tantos miedos, tantos, que creo que jamás sabría contarlos.