domingo, 6 de mayo de 2012

Infancia

Ya han venido a visitarme. 

Tengo tanto miedo que se entrecruzan mis latidos con un ritmo destentado.
Tengo tantos miedos, tantos, que vienen a visitarme por la noche, cuando estoy sola y nada me protege.
Vienen aquí, se plantan despacio. Cualquier crujir de la cama desata mi pánico. Cualquier sonido extraño desorienta mi coherencia.
Y se aparece el tipo de blanco con sombrero negro, y una capa de ambos colores. En su mano empuña todos mis miedos.
Los coge con desgarro, con todas sus fuerzas los amansa con la mano. Lleva en un puño tantos sueños que le pesa el brazo y se cansa de llevarlos.
Los desprende poco a poco, y mientras él espera, delante de la cama, sin moverse, mirando y clavando en mi alma sus ojos pálidos,
mis miedos se acomodan en la sala, toman sitio, y esperan pacientes mis latidos desmembrados.
En cuestión de unos segundos, acompañados por el sonido de los pasos del vecino que habita en mi terraza, advierto la presencia del muñeco violeta en la estantería de al lado, que siempre quiso hacerme daño.
Aparecen por la puerta aquellos zombies que jamás desvían su rumbo, y por la ventana el vampiro se ciñe al cristal, encarnando en mis manos la sensación de hambruna que despierta.
Me arropo con fuerza con las sábanas, que siempre mantendrán mi cuerpo con vida, protectoras fieles; y mientras recuerdo aquella bruja, o yo qué sé, que aparecía bajo mi cama, expectante, esperando un momento de debilidad para cogerme las piernas cuadno me levante para ir al baño.
Tuve tantos miedos, tantos, que creo que jamás sabría contarlos.

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