No
es en mis manos donde siento la vida,
que no son mis ojos, ni mis labios,
sino algo que indaga mis entrañas y aviva mi aliento.
No es en el día a día, ni una rutina desmedida,
es el alma que me acompaña y tiñe mis latidos.
que no son mis ojos, ni mis labios,
sino algo que indaga mis entrañas y aviva mi aliento.
No es en el día a día, ni una rutina desmedida,
es el alma que me acompaña y tiñe mis latidos.
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Recuerdo darle
más importancia a una promesa que a la vida,
regalar
a diestro y siniestro mis pasos,
sobrevivir
al naufragio de lo incumplido y las mentiras.
Nada
acaba si nada empieza,
y
nada empieza si el primer paso no lleva todos los sueños.
No
quiero marcar un camino, quiero
vivirlo.
Saber que mañana será un día importante.
Mis
uñas desalan esas mil ideas que figuran mi ilusión,
estrecho
los dedos, hombros en orden, mirada sigilosa,
y
cuerpo al frente.
No
es afrontar, ni enfrentarse,
es
distinguirse con fuerza y soltura.
No
es afrontar, no es enfrentarse, que no.
Es
ganar. Ganar. Ganar. Y punto.
No
es en mis manos donde siento la vida. No son mis ojos, ni mis labios. No son
los pies con los que camino ni las manos con las que me agarro. Es el alma que
me impulsa, son los sueños que me mantienen con vida, el carisma que sonríe por
mi, el corazón que inquieta mis noches y los latidos que cantan al son de mil
emociones.
No
es en mis manos donde siento la vida,
es
la vida la que pule mis dedos.
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